Friday, September 22, 2006

Hay dos cosas importantes en la vida

Hay dos cosas importantes en la vida. La primera se asemeja más a la tristeza. Y la que más choca con la segunda es la felicidad.
Ambas, retóricas, me convencen. No sé porqué, cómo, ni cuándo llegué a descubrir los verdaderos sentidos de esa capa, que ni siquiera son cinco como me enseñaron en la escuela, tampoco seis como la película de los muertos, y menos siete, las siete vidas del gato. Los sentidos, infinitos, no me atraparon tanto por su eternidad, como por su costado sensible. Permeables a la lluvia, siempre rechazaron los pilotos que quitan la naturalidad del agua mojando tu pelo, negro, negro…tu pelo negro.
Esos sentidos son los que cubren las dos cosas más importantes de la vida: te huelo, te siento, te pruebo, te escucho, y te veo. Por momentos me siento como esos perros que con total sencillez huelen a las perras para comprobar su celo. Valga ventaja que ellos tienen: yo soy celoso, pero no olfateo. Soy celoso, y ni siquiera me descargo con los sonidos olorosos que me entran por la nariz.
Las dos cosas más importantes de la vida se describen con pocas letras: cuatro, seis, completos: depende la formalidad del hecho. Yo mejor me quedo con lo resumido; es más práctico, requiere menos esfuerzo, y me hace centrar toda la atención sobre las cosas más importantes de la vida, que son dos, número par: dos.
La otra cara de la misma moneda tiene que ver con lo que rodea a las cosas más importantes de la vida. Detrás de los sentidos, la almohada, el teclado, la propia billetera, y las estrofas musicales que entonan con furia una despedida, un adiós y un regreso, se esconde todo esto que envuelve a las cosas más importantes de la vida. Yo me opongo a que las encierren, pero los sentidos se disuelven y nunca me hacen caso: ellos te huelen, te sienten, te prueban, te escuchan, y te ven. Por momentos me siento un murciélago que desarrolló algún sentido más que otro. Pero él te siente y te muerde, sin respiro, sin piedad. Se acerca, vislumbra tu cuello, y con pasión te arranca algunas porciones de sangre que lo proveerán de una cuota importante de subsistencia. De repente tu sangre comenzó a dar vida a otros seres, pero eso nunca fue novedoso.
Hay dos cosas importantes en la vida. Yo tampoco las conozco, pero me contaron que por momentos esperan el sinsentido: nadie huele, nadie siente, nadie prueba, nadie escucha, nadie ve. Lo más parecido a alguien buscando las dos cosas más importantes de la vida. Esa vida que no huelo como un perro, pero que la veo como un sapo.

Tuesday, September 19, 2006

Hoy me tomé un bondi hasta el subte

Una buena elección. Contra todo cansancio y ánimos depravados, el colectivo me llevó hacia el subte. Bajé (antes toqué el timbre recordatorio del chofer), y caminé una cuadra; una mísera cuadra que suspendió la ferviente rutina porteña, los pájaros aplastados en la calle, y las gloriosas colillas chupadas que luego servirían de consuelo para muchos mendigos nocturnos.
Los 100 metros hacia el subte no fueron en vano. Mis ánimos estaban de duelo, y la ciudad seguía su curso. “No puede ser”, pensé. “Compartan el duelo conmigo, hijos de puta”…Me di cuenta que a nadie le importaba. A mí tampoco, claro. No debería exigir algo que yo tampoco cumplo, me enseñaron en la escuela. Pero qué poco me importaban las desgracias del mundo: muertes, guerras, cánceres, hambre… ¿y yo? ¿Quién se acuerda de mí? Hagan duelo hijos de puta, hagan duelo. El mundo debería ser más altruista. Todos deberíamos serlo: caminar por la calle, mirar a Pedrito, saber qué lo aflige, y respetarlo. Todos deberíamos saber qué le pasa a Pedrito. ¿Mal de amores? Puede ser, entonces respetémoslo. Si Pedrito camina por la plaza, que las parejitas eviten besarse. Todo por Pedrito, Juancito, Pablito, ito, ito, ito…Así conviviríamos sin tantas desgracias. Caminar no sería una tortura, y la preocupación ajena evitaría caer en el ego reventado de tanto ombligo.
Pero esto es una utopía, lo sé. Igualmente no dejé de pensar esta posibilidad a escala mundial, hasta que realmente me llegue a importar lo que le pasa a Hu Shuan, el chinito que padece la muerte de su canario. Hagamos un minuto de silencio por Hu. Está mal, ¿no lo ven? ¿No lo ves vos, pedazo de insensible, que en ningún momento dejaste de salir a pasear con tu pájaro? ¿Qué pasaría si Hu Shuan ve a un hombre en la plaza con un pájaro en su hombro? Se pondría muy mal, claro que sí. Como Pedrito viendo a una pareja besarse. Tolerancia, convivencia. Son riesgos que uno debería correr por el otro: por Pedrito y sus desamores, Hu Shuan y el canario, y todo ser viviente que se angustie con y sin causas.
Compañía…compañía…una boca cerrada, y una oreja sucia…hoy en esa cuadra me sentí solo. Caminé, miré a mí alrededor, y la gente también caminaba. ¿Sabrá ese pelado todo lo que me pasa? ¿Y yo sabré que ese pelado realmente sufre por su calvicie? Debería saberlo, y acompañarlo con un simple gesto, empezando por no tocarme el pelo en su cara, o aprovechando su presencia para tirar un comentario al estilo: “El otro día leí un estudio científico que decía que los pelados cometen menos pecados”. Y así alegrarlo, acompañarlo.
Ojalá no vuelva a pasar lo de hoy. Supongo que después de haberlo confesado, mañana habrá alguien en Plaza de Mayo esperándome sonriente, sorprendido por mis pasos. Y así frenar la pelota, y poder mirarnos a las caras sabiendo qué es lo que puede aliviarnos. En mí caso un helado…de dulce de leche granizado por favor. Yo sé que mañana alguien me esperará con eso que quita algunas gotitas más de angustia.
(dedicado a la gente en busca de buenas noticias)

Tuesday, September 12, 2006

...danos hoy nuestro pan de cada día

La hamburguesa está estresada. Es tanto su caminar que ya no transpira: optó por chorrear grasa y desmenuzarse en gusanos mezclados con las peores partes de la vaca. Una vaca sagrada, como era reconocida en la antigüedad. Con la diferencia de que hoy están todas locas: vacas locas. Están podridas del ser humano, ese ser indigno que las cría, las engorda, y las caga a palos para comérselas. (Ya llegará el día de la revolución vacana en la cual todas las vacas se alistarán para tratar al hombre como ganado, y maltratarlo hasta poder abrirle su panza para recuperar a sus antiguos amigos. Las vacas nos abrirán el cuerpo como sapos reventados, y nuestro estómago vomitará inconscientemente las antiguas especies comidas. Es la revolución vacana, nada más, nada menos).
Pero no todo parece ser estrés en el mundo alimenticio. Frente a tanta velocidad fase-foodiana, las verduras aparecen como símbolos del relaje y de una vida sana: ¿Qué mejor que una ensalada de lechuga y tomate? Pero no quiero ser tan optimista en este ámbito. Lo cierto es que ya no comemos más lechuga: comemos plantas fabricadas, instaladas por la especie humana con un único y destinado fin: que se reproduzcan pronto, rápido; y cuánto más grandes mejor. El Hombre está agilizando la reproducción vegetal. Pero, ¿si una planta no quiere germinar? ¿Acaso alguien obliga al Hombre a reproducirse involuntariamente? ¡Qué crueldad! Las pobres plantas también se vengarán: Formarán una alianza con la revolución vacana y someterán nuestros cuellos a sus tallos. Serán gigantes…plantas de lechugas gigantes, del tamaño de un alto edificio. Y las plantas se reirán: “me quisiste hacer grande, pues grande soy”, repetirán por las calles urbanas, y la gente correrá esquivando estas especies, pero con una dificultad poco prevista: los tomates también se acrecentarán, y sus giros por las calles destruirán todo levantamiento fabricado, y con vida.
Venganza, temor. La revolución vacana es líder, y una vez terminada la destrucción por parte de los vegetales, las vacas disfrutarán los manjares más preciados en una cena formidable: lechugas gigantes, tomates apelotonados. Todo para ellas, para las vacas, las líderes de esta revolución, que no aceptan alianzas porque están cansadas de tanta traición. El hombre las ignoró, las maltrató, las utilizó como ratas de laboratorio, y ahora ellas hacen su parte, y por eso esclavizarán a toda especie vegetal. El ser humano ha sido su mejor maestro, ¡ahora que muera!
Y en esto de la revolución vacana, el reino animal y vegetal unido nos vencerá en un corto plazo, pero antes sufriremos las peores condiciones de esclavización. Todas las especies militarán sin alguna duda previa, con la excepción de dos: el cerdo, por capitalista; y la gallina, por puta. Ninguno de los dos quiere alistarse: la revolución les causa rechazo, y el cerdo ya buscó todas las formas propias para actuar como esclavo del hombre, pero, a costas de la explotación animal, tratará de conquistar el mundo para acoplarlo a una concepción materialista y divisoria de la vida. El cerdo no piensa en nadie, no como la gallina que no revoluciona por puta. Es puta, cagona. Nunca se atrevió a ceder el más mínimo paso. Es mediocre. Ella está como está, y si puede estar mejor, no le interesa.
Así comeremos todo el día huevos y sus derivaciones: postres (sin leche ni manteca); huevo frito; huevo a la almendra; huevo con huevo; huevo…y más huevo…Por parte del cerdo viviremos a jamón crudo, costillitas de cerdo: grasa y mucha grasa de chancho. Nuestras venas se obstruirán de tantos lípidos, y explotaremos como un globo con exceso de aire. La alta presión, y la presión de la mirada del cerdo sobre nuestra cien…ellos lo han logrado: no haberse sumado a la revolución vacana fue su mayor conquista: nos alimentarán con su grasa y moriremos; y así, sin escrúpulos, los cerdos gobernaran por millares de años, retroalimentando su egoísmo, y ejerciendo demagogia desde su chiquero.
(...dedicado a toda la gente que rompe códigos)

Wednesday, September 06, 2006

El segundo escalón de una plaza con muchas plazas

Estoy sentado en un escalón, que casualmente siento que vos también te sentaste. Es de noche, está nublado (me acuerdo el día que me enseñaron a descubrir las nubes en la oscuridad: claro, no hay estrellas, ¡qué tonto fui!). Mientras miro a la gente que pasa me pregunto si ellos me creen. ¿Ficción? ¿Realidad? Estoy sentado en un escalón, ¿no me creen? Te cuento: es de hormigón, gastado, pintado con graffitis al estilo adolescente y la escalera en general apenas tiene cuatro escalones. Yo estoy en el segundo, empezando por abajo. Supuse que vos habías elegido el mismo: el primero queda medio incómodo para las piernas; en el tercero hay una planta a la izquierda que impide la visión; y en el cuarto estás prácticamente en la vereda del próximo paseo (no sé qué es: ¿una feria? ¿un negocio? No importa…) Por eso elegí el segundo, por descarte, como todo. ¿Descarte? Ta te ti suerte para ti, sino será para ti será para mí, ta te ti. Y salió el segundo, ¿podés creer?
Igualmente en ningún momento lo dudé. De no haber sido por ese escalón, no hubiese existido nada, y en el 2006 yo no hubiera escrito esto. Cuatro años de distancia y un escalón en el medio. Me pregunto quiénes habrán pasado por donde hoy estoy yo: parejas, skaters, solteros, llantos, alegrías, borracheras, lluvias, hojas, escupitajos, vómitos, perros…todo en un escalón. ¿Propuestas? También. Todo en un escalón medido por el tiempo, la distancia, los enigmas, y las misteriosas encrucijadas. (Si hubieses tardado cinco minutos más en la ducha, tu vida hubiera sido otra).

Dejo de pensar, pero sigo en este escalón. La gente pasa, y cada uno con su destino: ¿adónde carajo irán? Me intriga y empiezo a jugar adivinando: al viejo que viene a mitad de cuadra, con campera marrón, y un bastón en la mano derecha, me lo imagino yendo al almacén que hay en la otra esquina. A comprar…a comprar unas galletitas de agua marca traviatta y un dulce de durazno. El viejo tiene cara de comer dulce de durazno. ¿Descarte? Puede ser…hice el tateti con 4 variables y salió el durazno. La señora que está cruzando la calle tiene cara de ir a la peluquería. Su pelo no da para más. Tiene un ¿brashing? (¿así se escribe mamá?) gastado y podrido por la humedad. Vieja rara: tiene una cartera chiquita de leopardo, y unas botas negras que le llegan hasta la rodilla. ¡Qué incómodo! La estética vs la comodidad: al encuentro lo arbitra la presión social, y le da más puntajes al primer sujeto. Miro mis zapatillas y sonrío.

Dejo de jugar, pero sigo en este escalón. Vuelvo a mi motivo, y recuerdo que me senté acá para recordar. 2. Ajustado número: 2. Intento revivir la escena, y solo imagino cada una de las palabras enumeradas. Mirando para arriba, el escalón te deja más chiquito, y ese ángulo permite ver todo más grandote: los edificios, las nubes negras, el árbol que tapa la visibilidad del otro edificio, y las personas paradas, frente a frente, dan la impresión de gigantes… y uno tan sensible… sentado… en un escalón.
Sigo pensando, en el escalón. No sé qué hora es, ¿hace mucho que estoy acá? ¿qué hago acá?…“¿Tenés fuego?”. “No fumo”, le respondo. “Yo tengo”, le dice una chica que estaba sentada en el cuarto escalón a la derecha. Cuánta cautela para sentarse, pensé. ¿En qué momento lo hizo? “Estás tapando la vereda sentada en ese escalón, ¿no te molesta?”, le pregunto. “¿Y a vos te molesta si primero me da el fuego y después siguen hablando?”, dice el pibe del cigarrillo. “Tomá, acá tenés”, le muestra la chica. “Gracias”, se despide el pibe. “Suerte”, le deseo. “Hola”, la saludo. Y uno que justo pasaba por la vereda me mira, extrañado, y se ríe.

Sunday, September 03, 2006

De madera

En casa tengo una escalera, de madera. Siempre me asustaron las que son de tipo caracol, huecas, con vista al precipicio y no tan seguras como incómodas. Pero esta nunca me dio miedo. Yo la llamo escalera (cuando estoy sobre ella). Después no sé…me subo, coloco el pie derecho. Hago ruido. Después el izquierdo. Suena otro ruido, y me divierto. Me divierto mucho, hago ritmos (al derecho lo llamaré “tu”, y al izquierdo “ta”), y me divierto más. Salto, y la velocidad la impongo yo: tutu tata tutu tata, pinta mi 2x2, y después acelero desenfrenadamente y el 4x4 se presenta: tutututu tatatata tutututu tatatata. ¡Qué divertido! Así sigo toda la tarde, saltando, a lo loco. Inventando ritmos y más ritmos, mezclando todo tipo de fórmulas percusionistas, y hasta encontrándole sonidos distintos a mi escalera de madera: descubrí que en el tercer escalón a la izquierda se esconde un ruido mucho más agudo de lo normal. Esta particularidad me complicó un poco la actividad física al terminar de componer mi último ritmo:
pie derecho sobre el primer escalón, dos golpes: tutu
pie derecho sobre el segundo escalón (tiene un sonido un tanto más grave), tres golpes: tutu tu
y ahora llega lo complejo: después de los tres golpes con el pie derecho sobre el segundo escalón, debo saltar con mi pie izquierdo a ese bendito tercer escalón del sonido agudo y dar dos golpes.
Mi ritmo queda así: tutu tutu tu tata

...Después de tres horas de practicar me canso, siempre. Es agobiante…no tanto el salto de escalón a escalón, sino el pensar la combinación de sonidos. Cada día voy descubriendo cosas nuevas. Esta escalera es inagotable: ahora me di cuenta que en el quinto escalón hay una grieta que apretándola con el pie (izquierdo es más cómodo), realiza un sonido espectacular, y hasta original para agregar a la lista: tra. Ahora puedo empezar con otras formas, y así nunca me aburro: tra tutu ta tra tutu ta tra tra tra tra…

…Mi mamá no me aguanta más. Me la paso todo el día en la escalera. El otro día llamó a mi hermano para que me bajara, porque yo estaba apegado a ella, no me podía alejar de… ¿cómo llamarla ahora? Yo siempre la llamo escalera, pero después no sé. Mi papá sube a su cuarto por la escalera, mi mamá por la escalera, mis dos hermanos por la escalera. Es escalera, pero después no sé. Deben ser simples escalones con ruidos graves y agudos para combinar. O unas sencillas maderas construidas con ingenio para transportar al ser humano de nivel a nivel…nivel a nivel, claro. Niveles ruidosos, repletos de percusión. Esa es mi escalera, de madera. Las otras siempre me dieron miedo. Miedo a caer y lastimarme. Miedo a caer y perderme en los ritmos, o en el suelo sin saber adónde estaba, ¿en una escalera? ¿cómo llamarla? Escalera, de madera. Ruidos, y desniveles. Ritmo, combinación, despeje… escalera, de madera. Yo vivo en ella y la llamo escalera, pero después no sé. Tal vez cambie de nombre, o sea madera y más madera. Escalera es mi uso, y ritmo también. Ritmo, si lo hago. Escalera, si la subo. De madera, si la toco. Escalera de madera. Yo la subo y sin querer combinar escucho los ruidos que traslada mi mente…tru tata tu tu tutu tata tru tru ta ta

Friday, September 01, 2006

¿Cómo hacerse el boludo como una paloma?

Frente al pronóstico del famoso dicho “sos más boludo que una paloma”, las de Plaza de Mayo parecen sacar su pequeña lengua del pico y burlarse. Ellas ya no se espantan con las pisadas, se ríen, y cada vez con más fuerza. A esas palomas el ser humano les da gracia. Prepotente, pisotón, apurado, sus maletines parecen afrontar la plaza con el mayor disimulo del país, pero sin pasar por desapercibido para ellas, que de tanta risa se revuelven en el maíz, y le contestan al hombre: “pisame, pisá más fuerte…si total yo puedo volar…si total yo descanso en la plaza, y vos…vos te vas a trabajar con la cara partida amigo”.
Las palomas de Plaza de Mayo están todas locas. Todavía no entienden qué es lo que pasa. Por un lado, el grupito que persiguió al helicóptero de De la Rúa. Por otro, las palomas sindicalistas que flameaban fervientes con la marcha peronista sin ningún temor a ser moldeadas (menos aún desfiguradas).
Las palomas de Plaza de Mayo vieron de todo y a todos, y por eso están, siguen ahí, pero sin dejar de lado la confusión que las marea: un día se desayunan con un chinito sacando fotos al mejor estilo male en búsqueda de las camperas Barbour (¿¿whaaaaat??).Otro, más nublado, se chocan con un grupo de pendejos que acarreados por sus seños, vislumbran una enorme casa rosada, y las mentes no menos pervertidas que infantiles comienzan de corta edad a pensar si nuestro gobierno no tendrá una vertiente gay.
Las palomas de Plaza de Mayo no es espantan. Claro que no espantan… ¿por qué deberían hacerlo? ¿Acaso las asusta más el caminar de un hombre que los gritos de un discurso K? ¿Le van a tener más miedo al correr de un nenito que a los tiros de un policía que tiene una chapa con la marca de “explosivos”?
Pobres palomas, no entienden nada. Por un lado los quilombos políticos, y por otro costado la casa del mismísimo Dios. Ese Dios bondadoso, que con tanta misericordia llegó a prestarle un cuartito a San Martín para que pudiera dormir tranquilo. (Cuentan las voces que el prócer es medio cagón, y por eso le pusieron a dos tipos armados, con caras de… con caras de…para que lo cuidaran de…y con el fin de…En fin, hay dos tipos en la puerta de su cuartito que cumplen la función de…)
Las palomas saben todo esto, pero siguen sin entender qué es lo que pasa. La casa rosada, el cabildo, la catedral, el subte, el ministerio de economía, la AFIP, el banco nación, gente, gente, mucha gente…extranjeros, argentinos, todos…todos cruzando la plaza con una sola y única pregunta: ¿estas putas palomas no se asustan como las otras? Curadas de espanto están, claro que sí.