Thursday, November 23, 2006

No-ve-dad

Siempre aparece algo nuevo: para mí, para vos. Y lo pasado pisado no me lo paso por ningún lado. Porque siempre aparece algo nuevo, que motiva y desmotiva, que dibuja y tacha, que sigue y arranca por primera vez, por primera y última vez, hasta que aparezca algo nuevo, lo nuevo.
Eso nuevo que me sorprende como si fuera algo nuevo: la flor, el té, el alfajor de maicena, la idea, el origen, las palabras, su mezcla, el resultado, el arroz, la torta. Y empecé a descubrir una mirada nueva, que mira desde abajo: pupilas ascendiendo en el medio, inocentes sin menos alegría. Charlas necesarias con ojos entrecruzados de entusiasmo, y los ritmos que van, vienen, y se quedan durmiendo en el piso con los ojos cerrados o cansados de tanto mirar.
Siempre aparece algo nuevo. Siempre descubro algo nuevo, que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Lo nuevo, eso que nadie conoció, eso que es mío, eso que era viejo en algún lugar escondido, pero que arranqué, para mí, eso que es mío, y que el espejo tampoco deja verlo. Porque no refleja, no presenta, no muestra las partes escondidas, esas que arranqué, para mí, eso que es mío, y que el espejo tampoco te deja verlo.
Aparece otra vez lo nuevo, como si fuera algo nuevo: una cara que habla sin ruidos ni vocales, mostrando por sí sola lo nuevo, eso que no conoce, pero que yo voy conociendo, y que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Y no me canso, es que solo me mareo, de tanto nuevo me mareo, y como un nene con ocho juguetes en el piso, no sé con cuál jugar. Uno por uno, arranco, conozco, son nuevos, los juguetes son nuevos, me ilusionan, me divierto, me entorpezco, con lo nuevo me entorpezco, y le agradezco a los magos que se hicieron reyes, le agradezco a lo nuevo, eso que es mío, que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Hasta mañana, cuando aparezca algo nuevo, otra vez, hasta que nunca termine de conocer, porque ya lo dice el anagrama, que lo bueno es nuevo, y lo nuevo es bueno, tan inabarcable que no se agota, hasta mañana, cuando lo viejo sea nuevo, y eso me sorprenda, me arranque, me intrigue, te describa, te imagine, y te dibuje una mirada nueva, que me mira desde abajo: pupilas ascendiendo en el medio, inocentes sin menos alegría.

Saturday, November 18, 2006

Supongo

Y mi nariz que no aguanta tanto tiempo sin respirar, sigue prefiriendo esta falta de inspiración a la anterior competencia entre mocos tristes que corrían por la cara a toda velocidad, como queriendo llegar primeros para gritar la angustia, la angustia que daban la distancia, las palabras, y los saludos con menos motivos que excusas, excusas con motivos.
Tantas vueltas como calesitas, me mareaba sin cuentas, sin rodeos, y con algún punto fijo puesto en la pantalla: letras, llegadas, idas, páginas enteras, y minutos, miles de minutos imaginándote pasar por algún lugar nuevo, fuera de lo normal. Charlas, minutos, motivos, todo en lo supuesto de supongo que, o supongo que…supongo que todo tuvo un motivo. Supongo que tanto misterio asusta. Supongo que este es el mejor cuento que haya leído. Supongo que si lo cuento nadie lo creería. Supongo que Dios sabe lo que hace. Supongo que el destino me intriga. Supongo que así pierdo la noción del tiempo, la distancia (poco importan). Supongo que estas líneas no pueden ni siquiera empezar todo esto que pasa. Supongo que estoy despierto, aunque me cueste creerlo, supongo pidiendo que sea verdad.
Ah: Y si la tristeza es inspiración, lo cierto es que entonces debo estar asquerosamente espirado.

Tuesday, November 14, 2006

La calesita

El tipo le había prometido a su sobrina una vuelta en calesita, sin saber que esa sería una promesa más –dentro de miles- por cumplir. Es que la sobrina estaba cansada de que su tío, el tipo, le prometiera todo el tiempo cosas imposibles y lejanas. Como aquella vez, cuando la sobrina tenía 5 años, el tipo le había dicho que si se portaba bien, la llevaría a Disney a conocer a Mickey Mouse. Mentira. Eran puras mentiras. Pero la sobrina, como cualquier niño, le creyó. Su ingenuidad no había conseguido la misericordia del tipo (misericordia tipo, misericordia: ser cordial con las miserias de tu sobrina hijo de puta).
El tipo siguió prometiendo. Su vida era una constante y larga fila de promesas sin cumplir. Hasta llegó a prometerle a su mujer una vida más feliz, mientras llegaba borracho por las noches después de largas traves-ías, y gotas de alcohol desfilando por la ropa. Pobre sobrina, si conociera un poco más al tipo que tiene de tío. Y si el tipo supiera que la sobrina es una pobre niña que confía en él. Pero ninguno de los dos quería conocer al otro. Ninguno de los dos se animaba a inundar un poquito más la duda de saber quiénes eran: el tipo, la sobrina, la sobrina, el tipo.

La calesita parecía ser el único nexo. Una semana antes, el tipo le había prometido a su sobrina disparando una simple y asquerosa frase: “Te prometo que si hoy te portás bien, el domingo que viene te llevo a la calesita”. “Vos no sos mi papá”. “Y vos no sos mi hija, ¿querés calesita si o no?”.
El día tan esperado llegó. La pobre sobrina pensaba por dentro que esta vez se tenía que dar. Le creyó al tipo, su tío, y el tipo llegó hasta creer en sí mismo. Que esta vez se cumpliera una promesa de su parte, era tan asombroso para él, que por momentos no podía distinguir si todo eso era un sueño, o una puta realidad disfrazada de mentiras hacia su sobrina. Pero no. Esta vez todo era real: los dos, caminando de la mano, o abrazados, como mejor se los imaginen, yendo para la calesita. La famosa calesita que rompería con la racha de desengaños y mentiras, frustraciones y escondites de un tipo que vivía de la promesa. Pobre tipo, por momentos alguien lo entiende. Alguien. Juro que alguien. ¿Y si lo hacía de buen tipo nomás? ¿Y si se escapaba de la realidad con estas disparatadas promesas? ¿Y si la compleja realidad no lo comprendía? Pobre tipo. Y todo por su sobrina. Todo por proyectar un futuro lleno de sueños, y alejado de lo malo. Todo lo malo que tocara a su sobrina. Su sobrina…
Llegaron a la calesita. Los alrededores estaban vacíos. De un lado una reja. Del otro el caballo de plástico descansando. Después de escucharse una pregunta del tío de la sobrina, un guardia con bigotes pronunciado respondió: “No señor, los domingos no abre”. La sobrina, cansada, nunca más le creyó. Es el día de hoy que el tipo se sigue prometiendo conseguir una familia, una mujer, o una sobrina para acompañar a alguna prometida calesita.

Wednesday, November 01, 2006

El tipo del meo

La escena es más o menos la siguiente:

Un tipo entra al baño de su trabajo, se para frente al masculino mingitorio, y luego de bajar la bragueta de su costoso traje, comienza a mear. No hay nadie alrededor. El tipo sigue meando. Por suerte puede descansar un minutito de su trabajo y de sus putos compañeros, por suerte, piensa el tipo que mea. Mientras sigue en su descanso, su celular comienza a sonar. El tipo del meo sigue meando con una mano, y con la otra busca el teléfono en su bolsillo. El bolsillo del traje es profundo. Casi llega hasta arriba de la rodilla. El tipo busca el teléfono. Se le complica. Teme mojarse el pantalón con su meo, pero igual intenta. Puede ser un llamado importante, piensa. No puede sacar su teléfono. Comienza a desesperarse. Teme que la otra persona corte, pero a la vez teme mojarse el pantalón. El tipo del meo está en una especie de encrucijada: ¿atender y perder el equilibrio del meo o dejar que suene pero seguir con la excelente puntería de su meo en el mingitorio? El tipo del meo duda. Todo lo intenta decidir en segundos. Sigue buscando su celular. El bolsillo es más profundo de lo que creía. Se complica. Finalmente lo agarra. Lo saca del bolsillo. Es un celular con tapita. Por eso debe abrirlo con una sola mano. Se le complica. Al tipo del meo se le complica. Pero sigue meando. Abre el celular. Ahora es momento de acercarlo a su oído. Se le complica. El tipo del meo no puede vivir con una sola mano, pero tampoco puede mojarse el pantalón. ¿Qué pensaran sus compañeros del trabajo si sale con el pantalón mojado? El tipo del meo evade esta pregunta y traslada su celular a la oreja.
Hola……si, ¿cómo le va señor?..........no, ¿por qué?.....................................no me diga que…….no puede ser señor, pero……..pero señor escúcheme, yo no fui. Señor……señor…..¿señor?....¿señor?
El tipo corta su teléfono. Todavía queda un poquitito de meo, pero no quiere guardar el celular en su bolsillo. El tipo del meo sigue meando con una mano, y con la otra sostiene el aparato. Termina de mear. Se sube la bragueta. Todo con una mano. El tipo del meo no quiere guardar el celular. Se sube la bragueta. Guarda el celular. Ahora tiene las dos manos libres. El tipo del meo se las quiere lavar. Camina unos pasos. Abre la canilla. Se moja las manos. Les pone jabón. Las lava. El tipo del meo se da cuenta que no hay papel para secarse. Al costado ve esa especie de secador pegado en la pared. Pulsa el botón rojo. Se comienza a secar las manos. Nuevamente suena el celular. Pero el tipo del meo tiene las manos mojadas. Y otra vez la encrucijada: ¿Mojar su celular nuevo y el pantalón del costoso traje o esperar a secarse las manos? Pero con lo que tarda ese secador la otra persona cortaría, piensa el tipo. Decide atender con las manos mojadas.
Hola….Juan, ¿cómo estas?..... ¿cómo?...¿qué pasó?.....voy para allá.
El tipo del meo no se termina de secar las manos y sale disparado del baño. Sus compañeros lo miran. Comentan. Se escuchan murmullos. Algunos sospechan su renuncia. Otros un asesinato masivo. El tipo del meo sigue acelerado. Otro tipo logra mirar sus manos mojadas, y esas poquitas gotitas en el pantalón. Ese tipo quiere gritar algo, pero se lo calla. Quiere gritarlo y lo piensa. Quiere gritarlo y lo vuelve a pensar. “Miren cómo se meo todo jaja”, grita ese tipo señalando al pantalón. Y el tipo del meo se sonroja.