No-ve-dad
Siempre aparece algo nuevo: para mí, para vos. Y lo pasado pisado no me lo paso por ningún lado. Porque siempre aparece algo nuevo, que motiva y desmotiva, que dibuja y tacha, que sigue y arranca por primera vez, por primera y última vez, hasta que aparezca algo nuevo, lo nuevo.
Eso nuevo que me sorprende como si fuera algo nuevo: la flor, el té, el alfajor de maicena, la idea, el origen, las palabras, su mezcla, el resultado, el arroz, la torta. Y empecé a descubrir una mirada nueva, que mira desde abajo: pupilas ascendiendo en el medio, inocentes sin menos alegría. Charlas necesarias con ojos entrecruzados de entusiasmo, y los ritmos que van, vienen, y se quedan durmiendo en el piso con los ojos cerrados o cansados de tanto mirar.
Siempre aparece algo nuevo. Siempre descubro algo nuevo, que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Lo nuevo, eso que nadie conoció, eso que es mío, eso que era viejo en algún lugar escondido, pero que arranqué, para mí, eso que es mío, y que el espejo tampoco deja verlo. Porque no refleja, no presenta, no muestra las partes escondidas, esas que arranqué, para mí, eso que es mío, y que el espejo tampoco te deja verlo.
Aparece otra vez lo nuevo, como si fuera algo nuevo: una cara que habla sin ruidos ni vocales, mostrando por sí sola lo nuevo, eso que no conoce, pero que yo voy conociendo, y que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Y no me canso, es que solo me mareo, de tanto nuevo me mareo, y como un nene con ocho juguetes en el piso, no sé con cuál jugar. Uno por uno, arranco, conozco, son nuevos, los juguetes son nuevos, me ilusionan, me divierto, me entorpezco, con lo nuevo me entorpezco, y le agradezco a los magos que se hicieron reyes, le agradezco a lo nuevo, eso que es mío, que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Hasta mañana, cuando aparezca algo nuevo, otra vez, hasta que nunca termine de conocer, porque ya lo dice el anagrama, que lo bueno es nuevo, y lo nuevo es bueno, tan inabarcable que no se agota, hasta mañana, cuando lo viejo sea nuevo, y eso me sorprenda, me arranque, me intrigue, te describa, te imagine, y te dibuje una mirada nueva, que me mira desde abajo: pupilas ascendiendo en el medio, inocentes sin menos alegría.
Eso nuevo que me sorprende como si fuera algo nuevo: la flor, el té, el alfajor de maicena, la idea, el origen, las palabras, su mezcla, el resultado, el arroz, la torta. Y empecé a descubrir una mirada nueva, que mira desde abajo: pupilas ascendiendo en el medio, inocentes sin menos alegría. Charlas necesarias con ojos entrecruzados de entusiasmo, y los ritmos que van, vienen, y se quedan durmiendo en el piso con los ojos cerrados o cansados de tanto mirar.
Siempre aparece algo nuevo. Siempre descubro algo nuevo, que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Lo nuevo, eso que nadie conoció, eso que es mío, eso que era viejo en algún lugar escondido, pero que arranqué, para mí, eso que es mío, y que el espejo tampoco deja verlo. Porque no refleja, no presenta, no muestra las partes escondidas, esas que arranqué, para mí, eso que es mío, y que el espejo tampoco te deja verlo.
Aparece otra vez lo nuevo, como si fuera algo nuevo: una cara que habla sin ruidos ni vocales, mostrando por sí sola lo nuevo, eso que no conoce, pero que yo voy conociendo, y que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Y no me canso, es que solo me mareo, de tanto nuevo me mareo, y como un nene con ocho juguetes en el piso, no sé con cuál jugar. Uno por uno, arranco, conozco, son nuevos, los juguetes son nuevos, me ilusionan, me divierto, me entorpezco, con lo nuevo me entorpezco, y le agradezco a los magos que se hicieron reyes, le agradezco a lo nuevo, eso que es mío, que me motiva, dibuja, sigue y arranca como la primera vez. Hasta mañana, cuando aparezca algo nuevo, otra vez, hasta que nunca termine de conocer, porque ya lo dice el anagrama, que lo bueno es nuevo, y lo nuevo es bueno, tan inabarcable que no se agota, hasta mañana, cuando lo viejo sea nuevo, y eso me sorprenda, me arranque, me intrigue, te describa, te imagine, y te dibuje una mirada nueva, que me mira desde abajo: pupilas ascendiendo en el medio, inocentes sin menos alegría.