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Las letras también se cansan, escuché una vez en un congreso de no sé qué especialidad. Lo cierto es que todo esto va cobrando vida, y así empieza el ciclo circular: nacer, tomar fuerzas y morir en el intento.
A veces es más difícil que tomar una decisión invernal. El frío se convierte en el dueño de la pelota, y el partido no está para ganar. El frío adormece, pero ese sueño es tan placentero. Ojalá fuese invierno toda la vida, pensaba. Otras veces es fácil, más fácil que convencer a los gurises: “Si se quedan sentados 58hs sin moverse les doy un caramelo de premio. Después lo reparten entre todos”.
Lo cierto es que esto sigue cobrando vida. Todo se termina y ni las excusas se asoman para mentir un poquito más. Y ahí están: el circulo que comete su cumplido; los libros…los libros como único recuerdo; las búsquedas innecesarias que no cobran sentido; sonidos que intentan, intentan, pero nunca saben qué pasa.
…y es tan triste todo... (la calle, el subte, la cama, el loco)…que ni siquiera existe la posibilidad de “reír para no llorar”. Así es la vida dicen, cada día menos amiga de la inmensa realidad. Una realidad que paradójicamente ofrece solamente dos opciones: llorar, y la otra posibilidad es llorar.
La primera es alentadora. La glándula lagrimal promete liberar líquido para limpiar y proteger la superficie del ojo. Mientras tanto lo lubrica y humedece (para no caer en sequía). La segunda es triste. La glándula lagrimal promete agotar todo tipo de secreciones lagrimales. El cuerpo seco, sin olor, hará lo posible por sobrevivir. Su destino es incierto.
Las dos opciones quitan la poca vitalidad que emana, y en un gran esfuerzo por redimir la razón, los brazos se caen, el cuerpo comienzan a flotar, y el llanto se convierte una vez más en el tonto rehén de siempre.
…y es tan triste todo. Lo que termina, lo que empieza, lo que pasa, lo que deja de pasar. Ahora la tarea abandona la simpleza para empezar a buscar en lo más hondo de la ciudad ese primer segundo que siguió siendo eterno. Algo extraño, que se volvió normal, para volver a ser extraño. Un segundo. Fue un solo segundo que empezó, siguió, creció y aún no termina. Fue un solo segundo que despidió al orgullo y recibió novedad: para bien, para mal; todavía no se decide. El segundo está intacto y confía en la magia del tiempo que escapa a lo lineal, trasciende lo temporal y descansa una vez más en la eternidad.
Ya dejó el juego. Se fue. Ahora es esperar, o buscar las mejores mentiras que se hayan dicho y hecho en la historia universal de la humanidad para simular choques esperados, espontáneos, esos que solo pasan en un segundo. Por lo menos por un tiempo, por un rato, por un segundito nomás, para que deje de ser tan triste. Esto, lo otro, aquello.
A veces es más difícil que tomar una decisión invernal. El frío se convierte en el dueño de la pelota, y el partido no está para ganar. El frío adormece, pero ese sueño es tan placentero. Ojalá fuese invierno toda la vida, pensaba. Otras veces es fácil, más fácil que convencer a los gurises: “Si se quedan sentados 58hs sin moverse les doy un caramelo de premio. Después lo reparten entre todos”.
Lo cierto es que esto sigue cobrando vida. Todo se termina y ni las excusas se asoman para mentir un poquito más. Y ahí están: el circulo que comete su cumplido; los libros…los libros como único recuerdo; las búsquedas innecesarias que no cobran sentido; sonidos que intentan, intentan, pero nunca saben qué pasa.
…y es tan triste todo... (la calle, el subte, la cama, el loco)…que ni siquiera existe la posibilidad de “reír para no llorar”. Así es la vida dicen, cada día menos amiga de la inmensa realidad. Una realidad que paradójicamente ofrece solamente dos opciones: llorar, y la otra posibilidad es llorar.
La primera es alentadora. La glándula lagrimal promete liberar líquido para limpiar y proteger la superficie del ojo. Mientras tanto lo lubrica y humedece (para no caer en sequía). La segunda es triste. La glándula lagrimal promete agotar todo tipo de secreciones lagrimales. El cuerpo seco, sin olor, hará lo posible por sobrevivir. Su destino es incierto.
Las dos opciones quitan la poca vitalidad que emana, y en un gran esfuerzo por redimir la razón, los brazos se caen, el cuerpo comienzan a flotar, y el llanto se convierte una vez más en el tonto rehén de siempre.
…y es tan triste todo. Lo que termina, lo que empieza, lo que pasa, lo que deja de pasar. Ahora la tarea abandona la simpleza para empezar a buscar en lo más hondo de la ciudad ese primer segundo que siguió siendo eterno. Algo extraño, que se volvió normal, para volver a ser extraño. Un segundo. Fue un solo segundo que empezó, siguió, creció y aún no termina. Fue un solo segundo que despidió al orgullo y recibió novedad: para bien, para mal; todavía no se decide. El segundo está intacto y confía en la magia del tiempo que escapa a lo lineal, trasciende lo temporal y descansa una vez más en la eternidad.
Ya dejó el juego. Se fue. Ahora es esperar, o buscar las mejores mentiras que se hayan dicho y hecho en la historia universal de la humanidad para simular choques esperados, espontáneos, esos que solo pasan en un segundo. Por lo menos por un tiempo, por un rato, por un segundito nomás, para que deje de ser tan triste. Esto, lo otro, aquello.