Yo no creo en los índices de desocupación
Dicen que algunos minutos pasan como siglos, y que los años devienen en segundos. El tiempo es traidor…El tiempo es tan traidor, que me ofreció una única cuenta regresiva que tampoco atrasa. Se estanca, como los tanques australianos, y no se puede volver atrás (menos irse hacia delante). Y yo que estaba apurado. Y yo que juraba que el tiempo era lineal, me enfrenté a mi reloj (que no tiene tanto de pulsera como de esposa policial), lo maldije, y enseguida me refutó el insulto con una sonrisa grandota postrada en el dos, y dormida en el diez. Pero de qué sirve la alarma, el despertador, el cronómetro, la agenda, el reloj,
el reloj de arena,
el reloj de sol,
el reloj del celular,
el reloj del subte,
el reloj de la plaza,
el reloj de la calle Florida,
el reloj de infotrans,
el reloj de crónica tv,
el reloj del auto,
el reloj de la radio,
el reloj del bar,
el reloj de la computadora,
el reloj de internet,
el reloj de tu jefe,
el reloj de tu novia,
el reloj de tu novio,
el reloj de tu mamá,
el reloj de tu abuela,
el reloj de tu amante,
el reloj extensivo del brazo.
…de qué carajo sirven, oh putísimo dios Cronos, descendiente divino de la diosa Gea (tierra), y el dios Urano (cielo), si en las últimas horas el tiempo se fue extendiendo sin sentido, sin sonidos, y para males. Oh Cronos, por eso (precisamente por eso), no hubo otro remedio que convertirme, apagarme, perseguirme en planteos infantiles y aparearme en un relojito que mira a mi costado, ignorando, ignorando con rápidas pausas las cifras que quedan grabadas, como grabada me queda su tierna figura. Y así sigo, pasando cada tanto entre letras y la misma estupidez de siempre, para ver si encuentro un tiempo, chiquito, aunque sea más chiquito que el de siempre, al que podamos dedicar, al que me puedas dedicar. Que no aceleres el segundero. Que no lo frenes sin motivos. Que no dejes de mirarlo. Que no dejes ese instinto que mata al tiempo, en sus tres caras. En las tres, sin segundos previos para el cacheo futbolero, los cuento igual. A cada segundo ignorado, cada segundo extendido en minutos, horarios indefinidos que van cambiando mi pulso (a más tiemble más tristeza), y que logran hacer del tiempo un misterio, un tiempito. Un tiempito por favor, para hablar del clima, para reírnos de mí, y para que te borres de la rutina que aleja. Un tiempito por favor, si es que tenés de sobra, para intercambiar algunos chocolates. Un tiempito por favor, para llevar, para llevar entre los padres de Cronos, pero dejándole poco espacio a Gea, esa Gea que cogió con el cielo para parir al mismísimo Tiempo que luego crió en la tierra, alejado de su padre, alejado del cielo. Esa Gea que a veces se comporta de manera tan mundana y responsable, que nos hace olvidar del entretiempo, el mismo que tienen los jugadores para descansar de las patadas, y reírse de las gambetas. El mismo que me entretiene y me obliga a tomar un poco de aire para después salir y volver a ver el Cielo. Con un poco más de tiempo por favor, con un poco más de tu tiempo.
el reloj de arena,
el reloj de sol,
el reloj del celular,
el reloj del subte,
el reloj de la plaza,
el reloj de la calle Florida,
el reloj de infotrans,
el reloj de crónica tv,
el reloj del auto,
el reloj de la radio,
el reloj del bar,
el reloj de la computadora,
el reloj de internet,
el reloj de tu jefe,
el reloj de tu novia,
el reloj de tu novio,
el reloj de tu mamá,
el reloj de tu abuela,
el reloj de tu amante,
el reloj extensivo del brazo.
…de qué carajo sirven, oh putísimo dios Cronos, descendiente divino de la diosa Gea (tierra), y el dios Urano (cielo), si en las últimas horas el tiempo se fue extendiendo sin sentido, sin sonidos, y para males. Oh Cronos, por eso (precisamente por eso), no hubo otro remedio que convertirme, apagarme, perseguirme en planteos infantiles y aparearme en un relojito que mira a mi costado, ignorando, ignorando con rápidas pausas las cifras que quedan grabadas, como grabada me queda su tierna figura. Y así sigo, pasando cada tanto entre letras y la misma estupidez de siempre, para ver si encuentro un tiempo, chiquito, aunque sea más chiquito que el de siempre, al que podamos dedicar, al que me puedas dedicar. Que no aceleres el segundero. Que no lo frenes sin motivos. Que no dejes de mirarlo. Que no dejes ese instinto que mata al tiempo, en sus tres caras. En las tres, sin segundos previos para el cacheo futbolero, los cuento igual. A cada segundo ignorado, cada segundo extendido en minutos, horarios indefinidos que van cambiando mi pulso (a más tiemble más tristeza), y que logran hacer del tiempo un misterio, un tiempito. Un tiempito por favor, para hablar del clima, para reírnos de mí, y para que te borres de la rutina que aleja. Un tiempito por favor, si es que tenés de sobra, para intercambiar algunos chocolates. Un tiempito por favor, para llevar, para llevar entre los padres de Cronos, pero dejándole poco espacio a Gea, esa Gea que cogió con el cielo para parir al mismísimo Tiempo que luego crió en la tierra, alejado de su padre, alejado del cielo. Esa Gea que a veces se comporta de manera tan mundana y responsable, que nos hace olvidar del entretiempo, el mismo que tienen los jugadores para descansar de las patadas, y reírse de las gambetas. El mismo que me entretiene y me obliga a tomar un poco de aire para después salir y volver a ver el Cielo. Con un poco más de tiempo por favor, con un poco más de tu tiempo.