Friday, August 24, 2007

Ayér tomé un taxi

-Hasta Cabildo y José Hernández, por favor- le digo al gordo que maneja un Corsa en buen estado.
De fondo suena Arjona, ese tema que dice “dime si él te conoce la mitad, dime si él tiene la sensibilidad de encontrar el punto exacto…”, y el gordo dispara como para quedar como macho.
-Habría que matarlo a este hijo de puta, ¿no?
-¿A quién?- pregunto yo, haciéndome el boludo.
-A Arjona. Pasa que yo pongo esta radio por los pasajeros viste. No puedo poner la música que me gusta a mí. Si las minitas que se suben supieran lo que escucho yo se las caerían los pelos de punta- me cuenta y se queda en silencio, pero con ganas de hablar, esperando la clásica pregunta:
-¿Y qué escuchas?
-Y a mi gusta el heavy metal loco. Mamo Almafuerte de pendejo. Yo iba a ver a V8 cuando era under. El heavy me transmite algo, las letras, la música. Pero no da que ponga heavy metal acá en el taxi, no se subiría nadie.
-Igual ahora está medio muerto el heavy en la Argentina, ¿no? Bah, hay pocas bandas heavys como antes- le comento.
-Y si, está todo muy rolingizado pibe. Esos flacos con los flequillos, las topper. Qué pelotudos. Pero bueno a mí siempre me gustó el heavy metal- vuelve a decir, como si no hubiese quedado claro.

El gordo es bastante gordo. Ocupa todo el asiento delantero, y la panza choca con el volante. No se parece a los típicos heavy metal argentinos: esos flacos de pelo largo con tachas, jeans ajustados, y botas de cuero. Sino más bien tiene aspecto de gordo asador, esos que devoran religiosamente la parrilla. El viaje continúa. De Arjona a Maná en la radio, y el gordo que cambia de tema.

-¿Sabés a quién odio yo?- pregunta
-¿A quién?
-A Cordera loco. Al pelado ese. Una vez estaba por Lanús con el taxi, y veo que este tipo me para. “¿Me puede llevar hasta Avellaneda por favor?”, me pregunta y se sube. Justo yo estaba escuchando un casete de Pappo, un groso ese Pappo. Y cuestión que el pelado boludo lo empieza a bardear.
-¿Pappo había muerto?
-No, todavía estaba vivo, pero me jodió. El chabón decía que era mala persona, y que se yo. Yo me di vuelta y le dije: “¿Y vos sos buena persona o qué? Vos cantás devolvé la bolsa, mi cabeza está llena de ratas, y todas cosas en alusión a las drogas y ¿decís que sos buena persona? Dejame de joder.
-¿Y qué te decía el pelado?- le pregunto entre la intriga y la desconfianza.
-Se quedó mudo loco, ¿podés creer?

El gorda me cuenta que le molestan las letras que hacen alusión a las drogas, pero confiesa haberse fumado algún que otro porrito en los recitales. También me habla de la poesía, la importancia de las letras, y el gusto personal de lo directo, lo explícito…sin tantas vueltas flaco, sin más poesía que la realidad.
-A mi me gustan los redondos, pero de sus letras no entiendo un carajo. A mi me gusta lo directo, viste- dice y hace un silencio buscador de ejemplo- Por ejemplo si me tenés que decir algo de ese charco decímelo así directo, que el charco tiene olor a mierda porque tiene agua sucia y listo- agrega señalando para afuera.

El gordo no se olvida del pelado Cordera y vuelve
-Bueno cuestión que cuando se bajó del taxi le dije: “Loco yo nunca compré discos tuyos y nunca lo voy a hacer”. Y ¿podés creer que cuando pasan un tema de esos locos en la radio yo la cambio?
-¿Y seguís escuchando Pappo?- le pregunto después de reírme por sus comentarios de Cordera.
-Sí, siempre. Yo lo conocí a Pappo- afirma con orgullo y sin importarle si es cierto o no.
-¿En serio? ¿Adónde?
-En los cabarulos jaja. Siempre me lo cruzaba al loco. Más cabaretero que yo el hijo de puta jaja
-¿Mucho cabaret encima?
-Y voy muy seguido, me encanta. El otro día fui con un amigo que llevó a debutar al hijo y la pasamos re bien- me cuenta sin vergüenza, demostrando algo cotidiano.
-¿Y de Pappo en el cabaret que te acordás?
-Jaja una vez vino un pibe así jovencito que se le acercó y le dijo que era fanático de él, si le podía dar un autógrafo. Y ¿sabés que le dijo Pappo?... aaaaaaaaaa- dice imitando un eructo y cagándose de risa- Te juro que nunca en mi vida me reí tanto, que capo ese loco.

El gordo sigue contando historias de cabarets y drogas. “Porque yo soy músico”, me cuenta casi al final del viaje. “Yo a todos estos giles que están subidos arriba como la bersuit, los piojos, y esos…yo los iba a ver cuando eran bien under, y ahora se vendieron todos. En cambio en el heavy metal nunca pasa eso loco, el espíritu siempre está”.
El viaje llegó a su fin. El auto está parado, pero el gordo sigue hablando mientras frena el reloj que marca $12,50. Tengo dos billetes de 10, pero el gordo solo acepta uno. “Dejá macho, dame 10 nomás, no tengo cambio, todo bien”, dice y le agradezco.
Me bajo del taxi y el auto arranca. Mientras camino las pocas cuadras a casa pienso si el gordo podrá juntar los pesitos suficientes para visitar el cabaret este fin de semana; o si podrá manejar algún día libre de prejuicios, escuchando heavy metal al palo y luciendo su panza gorda, esa que choca con el volante y lo transporta al placer despiadado del sexo, esa que choca con el volante y lo transporta al ruidoso y mágico mundo del rock.