Sentarse y materializar de a poco los días.
Llamadas
Esperas
Kilómetros de recuerdos, imágenes, señales.
Pensar que la distancia dura, duele, encierra y recorre las mil cosquillitas ansiosas que ríen para después llorar, que juegan para después escapar, que hablan para después gritar.
Y cierro los ojos, los cierro. Te veo. Me veo. Un momento. Una risa. Una letra. Un abrazo. Y la distancia que acerca cada vez más, un poco más. Y así siguen las tareas del día: Perderse en tu presente (actividad preferida). Ahogarse sin agitarse (se me hace posible). Levantarse. Reír. Crecer. Descubrir. Perder dimensión. Mirar el espejo. Frotarse los ojos. Volver a levantar la mirada, y reírse de uno mismo: en la cara, cara a cara, de la risa, tu risa, la mirada, los abrazos, que me entiendas, claro que te entiendo, códigos mediante, mediante días sin prisa, quién te corre, nadie, ahora nadie, salvo tu ausencia, los días sin piel, esos sin lenguaje, sin sonidos, sin aire. Y que el mundo esté como esté, que la fiebre no me deje dormir, que los sueños también se duerman (a veces), que enero sea caluroso, que el calor me transforme en otra persona, que exista gente mala, que exista gente buena, que me hayan picado hormigas rojas…poco me importó al escuchar una menor distancia, de cuadras, en corridas, taquicardia… Escucho la llave que gira, y alguien me dice que es verdad. Que el tiempo pase, a veces juega de nuestro lado. Y que esto sea de pocos metros; y que esta distancia se borre; y que las esperas se ahoguen; y que ahora pueda sentirte de verdad, me hace pensar que podríamos filmar una buena publicidad de coca-cola.