Semana lluviosa
Los travestis del rosedal te maldicen: que no podrán comer por unos días, que su práctica se debilita, que su maquillaje se desliza como postre caliente, que en esos días sus clientes miran películas tapados hasta el cuello.
Los taxistas que bordean el rosedal te alaban: que ningún boludo se anima a caminar por la calle, que mojarse de noche no es muy agradable, que si tal árbol se cae sería un peligro, que mejor dejar el auto en casa por si cae granizo, que gasto unos mangos más estos días total después siempre sale el sol.
Los que limpian el rosedal te maldicen: que el barro ensucia el uniforme, que los papeles se pegan al piso, que la basura tapa los desagües y los pelotudos de los vecinos se quejan con ellos, que no hay chicas paseando en bikini, que las risas de los niños se apagan.
Las plantas del rosedal te alaban: que tus gotas refrescan los pies, que el sol ya no prende fuego, que el humo irritante se distrae por un rato, que la sed ya no es real, que poco les importa si los travestis no trabajan, que poco les preocupa si los que limpian tienen peor cara.
El taxista mira a la planta y sonríe. Los travestis hablan con los que limpian. Se quejan. Maldicen. Maldito tiempo. Maldita semana.
La planta se hidrata, enverdece, siente frío, y empieza a extrañar al sol.
Los taxistas que bordean el rosedal te alaban: que ningún boludo se anima a caminar por la calle, que mojarse de noche no es muy agradable, que si tal árbol se cae sería un peligro, que mejor dejar el auto en casa por si cae granizo, que gasto unos mangos más estos días total después siempre sale el sol.
Los que limpian el rosedal te maldicen: que el barro ensucia el uniforme, que los papeles se pegan al piso, que la basura tapa los desagües y los pelotudos de los vecinos se quejan con ellos, que no hay chicas paseando en bikini, que las risas de los niños se apagan.
Las plantas del rosedal te alaban: que tus gotas refrescan los pies, que el sol ya no prende fuego, que el humo irritante se distrae por un rato, que la sed ya no es real, que poco les importa si los travestis no trabajan, que poco les preocupa si los que limpian tienen peor cara.
El taxista mira a la planta y sonríe. Los travestis hablan con los que limpian. Se quejan. Maldicen. Maldito tiempo. Maldita semana.
La planta se hidrata, enverdece, siente frío, y empieza a extrañar al sol.